*Por Juan Carlos Hernández A.

El único presupuesto bueno es el presupuesto equilibrado. (Adam Smith)

Impredecibles e infructíferas diferencias en el Ejecutivo federal y el empresariado mexicano pueden llevarnos a una crisis más dura y de calado mayor, empezando por el bolsillo del ciudadano de a pie que traerá, peor estabilidad social aun más que el propio covid-19.

Lo anterior debido a la desafortunada crítica y negativa actitud que se muestra por el presidente de este país respecto al acuerdo entre la Iniciativa Privada y el Banco Interamericano de Desarrollo, para resolver un tanto la precariedad en que se encuentran las arcas presupuestales para ayudar a la reactivación de la economía en varios sectores productivos.

Dejarse ayudar en decisiones compartidas le hará bien al país, pues es mejor pensar en actuar, resolver y contener una crisis que se aproxima como tsunami, ante ello no se puede navegar una balsa hacia dos rumbos porque así no saldrá a puerto seguro.

No es cosa de soltar el poder, es compartir y avalar un plan emergente para reactivar la economía que hoy se encuentra muy por debajo de los estándares aceptables, el motivo por el cual esto es así, ya se sabe, pero las consecuencias por venir, por este aletargamiento improductivo pueden ser tan negativas si no se actúa. Tan sencillo como usar el sentido común. ¿no cree usted?

No son moditos los que deban preocupar, sino la estrategia económica la que hay que echar a andar ya, no en el futuro sino en lo inmediato. En verdad el país se nos puede ir como agua entre los dedos de no activarse un plan emergente y éste a priori ya se ofreció lo que falta es concertarlo, aceptarlo y ponerlo por obra.

Esto es poner en práctica la gobernanza ahora en México, porque en el mundo ya nos han dado muestras de ello. Por lo pronto en el país son 30 mil micro, pequeñas y medianas empresas las que esperan ayuda. No podemos asumirnos auto suficientes cuando derivado de la pandemia virulenta se paralizó el trabajo ordinario de muchos, la producción, los servicios y por lo tanto el consumo; el obvio resultado de ello es una debilitada y enferma economía que podría llegar a perecer si no se le inyecta oxígeno, es decir dinero.

El modito se convierte en la sinrazón y no conviene ponerse a “modo” negativo, para que se hunda la balsa -porque ya ni a yate llegamos- y naufraguemos sin la tabla salvadora llama apalancamiento económico.

Entender que no es deuda, es un préstamo a manera de financiamiento, ese que usted y yo, amable lector, hemos solicitado una y otra vez para hacernos de nuestro patrimonio o necesidades, como lo es un vehículo, casa, colegiaturas; en este caso inversión para negocios y que luego con trabajo pagamos a plazos.

No hay de otra, o se hace algo por el país ya, o los pronósticos no serán en ningún sentido alentadores; para ser líder hay que parecer y para ello hay que accionar, pensar con cabeza fría, calcular y proponer, bueno si ya hay una propuesta, pues hacer por los demás antes que en sí mismo. La improvisación y no el ocio podría ser la madre de todos los vicios.

Voluntad política, congruencia, pues no son en este caso los pobres, no, son los que aportan dinero y participan de la economía a todos; buenas prácticas en políticas públicas es la solución con la cual juntos gobierno, empresarios, instituciones todas y sociedad civil organizados, podemos reiniciar el camino llano y amplio que nos queda por andar hacia un prospera nación. Entendamos que debemos sumar y no restar, lo que se haga hoy día bien es lo que valoraremos mañana. No son moditos, son acciones para solucionar un problema.

El asunto aquí es México, somos las y los mexicanos, los que valemos la bien pensada estrategia financiera-el modo- no el modito, para salir de donde estamos: en el pico de una crisis de salud pública, no nos contagiemos ahora de la zozobra de otra peor: la económica.

El autor es maestrante en Gestión Social y Políticas Públicas.

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