Por Vigaro.

Desde su establecimiento en el Valle de Atemajac, en la cuarta fundación, la ciudad de Guadalajara fue proyectada con ideas simples, prácticas y visionarias; desde su trazó original perceptible en sus céntricas calles, hasta la arquitectura refinada que aún se puede rescatar en los vestigios de sus casonas sobrevivientes a la modernidad.

Algo muy singular en la capital jalisciense son sus portales, pasillos con arquería en la que descansan bóvedas de edificaciones elevadas, lugares que han sido mudos testigos de la historia de una ciudad cambiante, con su gente y sus tradiciones, ahora en peligro de desaparecer.

Según consta en documentos conservados por el archivo histórico de Guadalajara, El rey Felipe II ordenó en el año 1573 que «toda la plaza a la redonda y las cuatro calles principales que de ellas salen tengan portales, porque son de mucha como suelen concurrir».

En esos tiempos toda orden del monarca se cumplía al momento y sin alegatas, apenas habían transcurrido 31 años de fundada la ciudad cuando se comenzaron a construir los portales.

El primero en construirse fue el que se encuentra frente a Palacio de Gobierno, llamado de Santo Domingo y Santa María de Gracia, (hoy en día, el más propenso a colapsar por los trabajos subterráneos de la línea 3), este portal tenía en sus cuatro ángulos unas esculturas de cantera de tamaño natural con la figura de perros. Dos de estas estatuas caninas las rescato Ixca Farías, organizador del Museo Regional de Guadalajara y deben seguir ahí, la tercera estaba en el jardín de una casa por la calle de Tolsá (Enrique Días de León) cerca de la Av. la Paz y de la cuarta nada se sabe.

El portal ubicado entre las calles de 16 de septiembre, Juárez, Colón y Pedro Moreno, fue bautizado con el nombre de Agustinos, este es más contemporáneo que el de Santo Domingo. Mientras que uno más, ubicado entre las calles de Corona, 16 de septiembre y Pedro Moreno, está otro portal llamado «el Portal Quemando», el cual fue construido en 1604 por el mayorazgo Diego de Porres Baranda.

Según la historia, el nombre de este portal viene porque sufrió un incendio en 1731 y por azares del destino en la madrugada del 14 de mayo de 1845 otro incidente igual destruyo dos tiendas; la de Prisciliano Mercado y la de los González R.

Como en ese tiempo no había en la ciudad Cuerpo de Bomberos, el gobernador Antonio Escobedo encomendó al señor José Vicente Guerrero que solucionara ese gran problema. «Enfilo dos hileras de la Plaza al incendio y atrás de ellas, la policía para guardar el orden…Se llenaban cántaros con el agua de la fuente de la Plaza y los iban pasando de mano en mano hasta llegar al fuego y una vez vaciado, eran devueltos por la otra fila…»Pero la desgracia seguiría acompañando a este portal, estuvo a punto de quemarse el 31 de mayo de 1795 al incendiarse los puestos que se encontraban alrededor del inmueble.

Estos portales albergaron todo tipo de comercio, desde lo más prestigiado hasta lo más popular (ambulantaje hoy criminalizado), se vendía petróleo, velas, rebozos, muebles, etc. También se hacían trabajos de limpieza corporal como rasurar o cortar el cabello, claro que todo esto en la vía pública y dentro de los portales había billares, cafés y hoteles.

El Portal Quemado fue por mucho tiempo muy famoso por la venta de zapatos, botas y botines; en el portal de las flores o de Aldama (frente al templo de la Merced), estuvieron las tradicionales «alacenas», en las que se vendían puros dulces típicos regionales.

Es precisamente el llamado portal Quemado, que también ha resultado con daños en su estructura, y que ha pasado desapercibido por las autoridades, en las columnas puede observarse una afectación desde la base e incluso ceden al peso, fragmentándose las lozas de cantera; de igual manera en el punto que divide a dos construcciones que hoy albergan dos importantes negociaciones, una grieta las divide, cada vez más notoria para quienes observan ciertos detalles anormales en el entorno del paisaje urbano del centro de la ciudad, pero invisible para las autoridades del INAH.

A diferencia de los daños provocados intencionalmente en el palacio de gobierno, donde se introdujo cableado para iluminar el inmueble y que resanaron con mortero para que no fuera tan visible, en estos casos, los daños son propiciados por la introducción de maquinarias en el túnel que orado el subsuelo del centro histórico tapatío, cuyos reacomodos continúan dándose por la vibración generada por la carga vehicular de las vialidades aledañas, es visible el los portales tapatíos.

Los más afectados son: el llamado de Santo Domingo y Santa María de Gracia (frente a palacio de Gobierno) actualmente apuntalado y que sostiene una gran mole que alberga un importante hotel.

Y el segundo, conocido históricamente como el portal Quemado, donde se encuentran dos importantes tiendas departamentales, y donde está la salida de la estación de la línea 3.

Lamentablemente se trata de un patrimonio histórico, arquitectónico y cultural que no fue valorado en su real dimensión; condenados según parece, a desaparecer ante la ignorancia y voracidad de autoridades insensibles a sus raíces.

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